Wednesday, May 14, 2014

A la muerte le dieron más trabajo

El Diablo, la Muerte y Dios se juntaron, como todos los martes, en el bar de Ernesto. Tenían un arreglo especial con él: le aseguraban clientela regular, a cambio de mantener la discreción. La Muerte le había pedido que sólo los atienda él, y que nunca se olvide que el café debe ser negro, sin leche ni crema.

Mientras esperaban el servicio (que solía demorar sólo Dios sabe por qué), se pusieron al día con cuestiones terrenales. Hablaron de las guerras recientes, algunas preocupaciones, ética, moral... nada importante.

La muerte sacó su cuaderno, con un movimiento casi automático pero que delataba cierto cansancio: el día anterior explotaron dos coche bomba (el Diablo y sus cosillas....) y un tornado azotó una comunidad entera (Dios y sus cosillas...). Ellos no se daban cuenta, pero cada una de sus 'picardías' hacían que ella trabaje más de lo regular. Cada tanto se preguntaba si no bastaba con las propias decisiones de los humanos, ya que parecían empecinados en aniquilarse a ellos mismos. La respuesta era siempre la misma: nosotros proveemos herramientas, ellos toman las decisiones de cómo usarlas, o cómo estar preparados ante cierto hechos. Así, se disputaban las almas, en una eterna competencia.


Con un suspiro, abrió el cuaderno en las últimas páginas -pronto necesitaría empezar uno nuevo- y ojeó los nombres que allí aparecían. Eran personas que estaban en el Limbo, ese lugar creado por Dios y el Diablo, cuando no supieron qué hacer con ciertas almas (algo que los humanos malinterpretaron, confundieron con el Purgatorio, y ya no supieron qué hacer al respecto). Estaba claro que la mayoría tenía un destino indudable, pero algunos casos causaron peleas entre ellos. El Diablo argumentaba que si tenían todo para ganarse el Cielo, cualquier decisión errónea que tomaran a propósito significaba un viaje directo al infierno. Dios, más complaciente, sostenía que tenían derecho a arrepentirse. La Muerte no se metía en esas cuestiones, ella sólo se encargaba de despachar las almas una vez que se separaban del cuerpo. El problema es que le asignaron una nueva tarea: las almas que están en el Limbo, y luego de un tiempo no se ganaron su espacio en el Cielo o el Infierno, debían volver a la tierra. Y ese trabajo le correspondía a ella. Al principio consideró justo que si estaba cuando el alma se separaba del cuerpo, debía estar cuando un alma era asignada a un cuerpo nuevo. Al cabo de unos milenios, ya comenzaba a cansarse. Lo que nunca entendió, es cómo los seres humanos desaprovechaban olímpicamente estas segundas oportunidades... quizás, porque se distraían tanto con los placeres mundanos creados por los narcisistas más grandes el universo: Dios y el Diablo.





Pleuro Alterio

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