No me gustan los estereotipos, ni poner etiquetas, pero si se puede hacer (o intentar hacer) un análisis de ciertas actitudes en común de algunos ciudadanos. Tenemos más contradicciones que la Biblia, más amor propio que Edipo, y nos reconocemos como lo peor de lo peor.
Nos quejamos de la cantidad de feriados, pero nos atoramos en la Ruta 2 en cada fin de semana largo.
Tildamos a muchos de vagos y atorrantes, pero quien esté libre de pecado que tire la primer piedra... no queremos ni agacharnos a buscar una piedrita.
Nuestro nacionalismo se reduce a alentar la camiseta, pero pocos saben defender los verdaderos intereses del suelo argentino.
Odiamos a los ingleses en Malvinas y cada vez que chocamos contra ellos en una disputa deportiva... pero sabemos que la Liga Inglesa de Fútbol es de las mejores del mundo (representada por varios argentinos), amamos a los Beatles y a los Rolling.
No nos gustan ni la represión, ni los milicos, pero tenés que ver las piñas que nos damos en una cancha de fútbol, los conflictos que genera cada queja de la agrupación Quebracho y la puteadas que surgen en cada esquina apenas se pone en verde el semáforo.
Somos los mejores atrás de nuestro volante, ¿pero sabés quién tiene prioridad en una rotonda?, ¿le cedés el paso al peatón?
Las mujeres nos atacan con profundos escotes, para después gritarnos "no nos mires las tetas, pervert".
Los hombres se jactan de defender a las mujeres, pero el machismo que vemos día a día es doloroso.
No queremos un país de pobres, pero despilfarramos en placeres insípidos.
Queremos que otro solucione los problemas por nosotros, ¿para eso los votamos, no? Pero después gritamos a los cuatro vientos cuando no nos gusta una medida, un accionar, o un plan que no se cumple tal como nos prometieron. Y luego, seguimos sin hacer nada.
Tenemos memoria selectiva y dañada: nos olvidamos de algunos males, pero a otros no los podemos dejar ir ni aunque nos paguen por ello.
Somos los reyes de la queja, pero sin propuesta.
Somos los jefes de las heridas abiertas, pero no hacemos nada para madurar.
Somos los mejores en tropezar dos o más veces con la misma piedra, hasta el punto de desear patearla y rompernos el meñique. Parece que amamos el tropezón.
Creemos en Dios, pero también nos cagamos en Él.
Creemos en Argentina, pero nos queremos ir a vivir afuera.
Nos gustan las cataratas y los glaciares, pero qué lindo sería irse a Miami y Barcelona, ¿no?
Odiamos a esos yankees que invaden países, obesos y amantes del Black Friday, ¿pero quién no quiere ir a conocer NY, Chicago, LA, Disney, volver con valijas repletas, y comer en cada local de comida rápida?
Nos sentimos primer mundistas porque volvió Wendy's, hay un Subway en cada esquina y cada vez vemos más iPhones. Primer mundo es otra cosa chicos... primer mundo es educación, salud y no violencia.
No va a faltar el que piense "qué pelotudo este chico... está generalizando, no todos son así", y estoy de acuerdo. No todos somos así, y si, también soy un pelotudo.
Dicen que el mejor negocio es comprar un Argentino por lo que realmente vale, y venderlo por lo que él dice que vale.
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