Me habló de mis miedos, los señaló, los invitó a un nuevo ataque. A debilitarme, a decirme "no podés, no vas a poder, nunca". Tantos años luchando, ahora en vano, y todo culpa de ella.
Cuando María invitó a Joaquín a sentarse, él sintió que su mundo se desmoronaba. El sudor, frío y cortante, acompañado de algunos temblores, no eran un buen augurio - sólo empeoraban la situación. Él pensaba que cualquier persona, cualquier insignificante sujeto que los vea en esta situación iba a apiadarse, rescatarlo, o al menos decirle a ella que no era el momento adecuado para tener esa charla.
Me quiero ir. ¿Por qué me está haciendo esto? ¿Por qué no me entiende? Ella sabe cuáles son mis miedos, sabe lo que significan para mí. ¿Por qué ahora? Pensé que lo nuestro funcionaba, que iba a comprender...
María tenía sus motivos, y él lo sabía, aunque no los compartiera. Ella pagó el café y las tostadas, ya que Joaquín no supo contener algunas lágrimas y se levantó antes de que la situación sea aún más patética. Desde ese día, siguieron rumbos distintos, aunque con ocasionales encuentros.
Pleuro Alterio
Mis sinceras disculpas a Agustina A, víctima del robo de las primeras 9 palabras de este texto.
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